Raquel no podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Su hermano
desaparecido y su madre besándose con el padre de Pablo y Sandra.
-Esto no puede ser-dijo Raquel-, si es que todo me sale mal.
Raquel salió corriendo camino de la orilla. Pablo fue hasta ella.
-Vamos-dijo Pablo-, anímate.
-¿Cómo quieres que me anime?-dijo Raquel-, mi hermano está
desaparecido y mi madre está liada con tu padre. Quiero irme de este pueblo.
-Yo también-dijo Pablo-, pero no me puedo ir sin antes decirte que te
quiero.
El rostro de Raquel cambió al oír las palabras que su amigo acababa de
decirle.
Mientras, Ana, Toni y Sandra salían de la roca.
-Entonces el plan ya está listo-dijo Toni-, iremos a la roca y la
abriremos. De no llevar a ningún lado, iremos a la fábrica.
Los tres se dirigieron a la roca. Mientras, el barrendero se dirigió
hacia los matorrales.
-Yo no quiero tener nada que ver con esto-dijo el barrendero a
alguien-, tú sabrás lo que haces.
Le entregó un sobre a la otra persona que desapareció al instante.
-Lo conseguí-dijo Ana al abrir la roca.
Se abrió una entrada que daba a unas escalaras hacia abajo.
-Vamos-dijo Ana.
Los tres bajaron y descubrieron un largo túnel.
Raquel seguía alucinada con lo que Pablo le acababa de decir. Sin
decir ninguna palabra, se acercó para besarle hasta que un gritó la paró: venía
de los matorrales.
Los dos se levantaron y fueron corriendo hacia los matorrales. Iban
corriendo tan deprisa que ni si quiera veían a donde iban. Raquel resbaló y
cayó al suelo.
Raquel vio como una mano le sujetaba el pie.
-¡Mierda!-dijo Raquel-, ¡corre Pablo! ¡Yo me encargo!
Pablo se lo pensó, e hizo caso a Raquel.
Las manos cogían a Raquel cada vez más. Raquel cogió un palo y comenzó
a dar en las manos.
-¡Joder!-dijo Raquel-, ¡suéltame cabrón!
En ese momento apareció Pablo y le dio una patada. La presencia salio
corriendo y no pudieron verle la cara.
-¡Vamos!-le dijo Pablo a Raquel.
Los dos siguieron corriendo.
Mientras, Tania y Andrés seguían hablando después del beso:
-¿Nunca se lo vas a decir a tus hijos?-dijo Andrés.
-No creo que sea lo mejor-dijo Tania volviéndose a su casa.
Dos pequeños pies estaban andando por un túnel. José avanzaba poco a
poco asustado.
José salio del túnel y se acercó al agua. Vio algo que le hizo
quedarse paralizado y pegar un grito: había un cadáver.